domingo, 6 de noviembre de 2011

El sentimiento de desdicha es mucho más fácil de llevar que el de felicidad. En el sufrimiento nos parece tener conciencia de nuestra propia existencia, aunque sea en forma de un monstruoso egoísmo; este dolor es mío, este nervio que se retuerce es mío, me pertenece solamente a mí. La felicidad, en cambio, nos aniquila: perdemos nuestra identidad.




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